back to blog

Lauren Alba

ICE 1021

Entró al baño cegada por la comezón. Pensó brevemente en poner el seguro — Vale madres. Que entren — escupió con el coraje de quien está por sacarse los ojos. Se talló los ojos aún más fuerte que en el pasillo esperando alivio en vano. Apretó los puños. Sintió sus uñas — no, con las uñas no, se me va a infectar — alcanzó a pensar, a convencerse, a calmarse las ganas de sacarse los ojos. Mejor se rascó los antebrazos. Con fuerza — al fin esto me lo lavo y ya. No pasa nada — Se rascó más fuerte.

Lauren tenía mucha experiencia con la comezón que le causaba su dermatitis, pero nunca en la vida la había sentido con arremeter con tanta rabia. Y nunca en los ojos. Estaba acostumbrada a despertar en las noches con ganas de arrancarse la piel de los pliegues de los brazos, de las piernas, de sus nalgas que de otro modo serían de calendario. Pero la vida y los genes de su madre habían tenido otros planes para su piel de porcelana ceniza.

Sí te la mamaste, jefecita — pensó mientras abría la llave para al menos lavarse las uñas — sólo a mí se me pinches ocurre ponerme estas uñas sabiendo que me voy a rascar — se dijo como para distraerse. Era lo que mejor se le daba: la distracción. Intentó pensar en algo bonito, en perros, en conejos — ponte al tiro, piensa, por ejemplo, en rosas. Le gustaban mucho las rosas, desde siempre. De hecho esa había sido la razón por la que se había puesto esas uñas tan largas de gel, porque Héctor le había prometido: "Te juro que el día que seas más femenina, bueno, menos marimacha, te lleno de rosas." — pinche Héctor, vales 3 hectáreas de verga, me cae — le pegó al espejo — si no fuera por ti, esto no estaría pasando — se rascó el cuello — si no fuera por ti no tendría que tomar un vuelo al culo del mundo a recoger tus carnes frías y tus trapitos cagados — le volvió a pegar al espejo. Todo esto es tu pinche culpa y esta vez no te lo voy a perdonar — se rascó los ojos. ¡Verga! — sintió un dolor punzante. La cara caliente, mojada, pegajosa — no mames Héctor — sabía que era su sangre y no quiso abrir los ojos. Tenía miedo — todo esto es tu pinche culpa — miedo de quedarse en ese baño sola — toda tu pinche culpa por andarle jugando al vergas — se abrió la puerta — toda tu pinche culpa por ander de...— escuchó un grito — ¡que pinche alivio!

Share on socials

We believe in freedom an privacy. That's why we won't track you here.

We only set a single cookie to keep this banner closed once you close it.